Lo que heredamos de nuestras hijas

Lo que heredamos de nuestras hijas

Hace ya veinticuatro años (¿o son veinticinco, y hemos alcanzado la edad de plata?) un grupo de matrimonios nos juntamos por primera vez en torno a una cancha de baloncesto de la ikastola Eguzkibegi para apoyar el deporte escolar de nuestras hijas. En aquel entonces apenas nos conocíamos, pero pronto pasamos de juntarnos a unimos también en un equipo de amistad.

Desde el primer año, madres, padres e hijas acordamos celebrar el fin de la temporada deportiva con una excursión lúdica y gastronómica a algún lugar de Euskalherria. Vivas están aún en nuestra memoria las concelebraciones que hicimos en Arrieta, Urbia, Aramaio, Valdegovia, Arratia… Cuando desapareció el equipo de baloncesto de nuestras hijas, al llegar estas a la adolescencia, decidimos continuar con el nuestro, festejando habernos conocido y amistado. Es la herencia que ellas nos dejaron y a la que no hemos renunciado. Y así, año tras año, en el mes de junio, solemos reunirnos para hacer senderismo y restaurarnos después en una buena mesa, y también, cómo no, para conversar jocosamente sobre todo lo humano y divino entre paso y paso que damos, y entre bocado y bocado que saboreamos.

En su día encestamos nuestros afectos en una cancha de baloncesto. baloncesto. He aquí nuestro premio.

HE AQUÍ LO QUE HEREDAMOS DE NUESTRAS HIJAS

Este año hemos ido de excursión al Bosque Pintado de Oma. Recorrimos el pinar que Agustín Ibarrola utilizó como lienzo para su obra pictórica, dando rienda suelta a nuestra imaginación para que nos ayudara a interpretarla. Pues el arte no deja de ser un lenguaje, una forma de expresar ideas, sentimientos e incluso invitaciones éticas. Después de comer y conversar animadamente en el restaurante Lezika, en Basondo, prolongamos nuestra sobremesa en Kanala, sentados ante el estuario de Urdaibai, en una especie de balcón natural que facilita un bar de este barrio de Sukarrieta (de cuyo nombre no puedo acordarme, aunque, por gratitud, quiero hacerlo y mentarlo). Finalmente, de retorno a Galdakao, repoblamos durante un buen rato Larrabetzu, pueblo abandonado ese día (10 de junio) por su gente, que había acudido a Bilbao para engrosar el movimiento “Gure esku dago”.

Fue un día en que rozamos la perfección: buen tiempo, bellos lugares y gozosa amistad. Creo no equivocarme si digo que mi valoración roza también la unanimidad.

Más subjetivos o personales, y por lo mismo cuestionables, son los comentarios que me apetece hacer sobre lo que interpreté en Oma y lo que reflexioné en Kanala. Por respeto a mis amigos y amigas, o amigas y amigos (explicaré en su momento esta doble redundancia), los expondré, por separado  y este mismo orden, en las dos siguientes entradas al blog.

 

Categories: Reflexión

Comments

Write a Comment

Your e-mail address will not be published.
Required fields are marked*