Homo sapiens, homo stultus

“No soy  pesimista, sino que vivimos en un mundo pésimo” (José Saramago)

“El saber” no garantiza “saber comportarse”, o en otras palabras, mejorar nuestro conocimiento del mundo y de nosotros mismos no necesariamente nos hace mejores personas. Abundan los casos de egregios intelectuales e investigadores que se comportan de forma necia en su entorno profesional, familiar y social; y la historia de la humanidad evidencia que, aunque el progreso científico-tecnológico ha sido el eje central del desarrollo, ha habido también innumerables casos en que los descubrimientos e invenciones se han explotado de forma perversa, en contra de la naturaleza y del propio ser humano. Más aún, el alcance de la ciencia y tecnología modernas es tal que su mal uso no deja de ser una amenaza para el futuro del planeta. Porque, ¿acaso no ceban este peligro la degradación medioambiental y el riesgoso uso (sobre todo, el bélico) de la energía nuclear?

Durante el verano me ha turbado esta dualidad del ser humano, su capacidad de crear y de destruir, su sapiencia y su estulticia. Como mi frustración por el ‘homo stultus’ ha sido más fuerte que mi admiración por el ‘homo sapiens’, dedicaré estas líneas  a lamentar la estulticia humana.

La rebelión de la naturaleza ante su necia explotación

En Julio me espantó la visión de Moscú, sitiada por incendios, bajo una oscuridad diurna, asfixiada por fumosas nubes. Fue el parto de una sequía abandonada a su suerte, sin diligencia medioambiental por parte del Gobierno. En Rusia, como en otros muchos países, la naturaleza se explota y se usa sin amor (“diligentia” en latín significa también amor), y de ahí que se sequen sus entrañas y nos niegue sus frutos. Ahora se anuncia que la escasez de trigo ruso congelará las  exportaciones al resto del mundo. No me cabe duda de que este frío afectará especialmente a los países más hambrientos.

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Pero la rebelión del hábitat planetario contra el desamor de sus habitantes no terminó en Moscú. Pasó a Pakistán en forma de diluvio, provocando desbordamientos fluviales y pavorosas inundaciones; en definitiva, muerte y miseria para millones de pobres e inocentes. A lo largo de todo el mes de Agosto hemos visto imágenes y escuchado relatos que nos han estremecido.

La rebelión continuó, sin fronteras, en otra zona del mundo. A principios de este mes de Septiembre se desplazó a Guatemala en forma, también, de aguas torrenciales, anegamientos de pueblos  y destrozos viales. Una vez más, un desastre en un país pobre. Y lamentablemente, esta furia de la naturaleza seguirá emergiendo en otras partes hasta que no cese el maltrato al que le somete  el ‘homo stultus’.

Las necias hazañas bélicas

Entre los días 6 y 9 de Agosto, los medios de comunicación bombardearon nuestras conciencias con recuerdos de las masacres de Hiroshima y Nagasaki  perpetradas por la milicia aérea de EE. UU hace 65 años. El eco moral de este holocausto nuclear sigue siendo tan turbador que incluso el extravagante Fidel Castro se levantó de su tumba política para advertirnos sobre la inminencia de otra catástrofe.

Ignoro la probabilidad de que se cumpla la profecía de Castro, pero «cuando el río suena, agua lleva», y el río ha sonado varias veces este verano, aunque afortunadamente ha habido más murmurio que estruendo. Sonó el fin de semana del 26 de Julio, cuando las autoridades de Corea del Norte,  país dotado de armas nucleares, reaccionaron con crispación ante las operaciones militares conjuntas de EE.UU. y Corea del Sur en el mar de Japón, considerándolas una provocación. También se habló (Olli Heinomen, ex director ajunto del OIEA en Le Monde el 26 de Agosto) de que Irán disponía ya de tres toneladas de uranio poco enriquecido, cantidad suficiente para fabricar una o dos bombas atómicas.

Y se rumorea que Pakistán que, dispone ya de esta arma, corre riesgo de ‘uso talibán’ por causa de la corrupción de su Gobierno y la convulsa situación social en la que está  tras las recientes inundaciones.

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Noticia en Agosto fue también la retirada del ejército de EE.UU de Irak. Es el principio del fin de una gran estulticia bélica. No ha habido uso de armas nucleares, pero la tecnología de guerra utilizada ha sido suficiente para destruir miles y miles de vidas humanas. Se consiguió derrocar al régimen de Hussein, pero no se ha logrado establecer una democracia sólida ni, desde luego, reforzar la seguridad mundial. Se deja un país sin paz social, con un futuro muy incierto, que se revienta por dentro con estallidos terroristas, amamantado por un fanatismo religioso…  ¿Es esto una victoria, una misión cumplida?. Sólo los necios lo pueden considerar así. Venció en su momento una mentira y se ha abocado finalmente a una derrota moral.

Lo grave de los necios es su obstinación y soberbia. Es lamentable que todavía el Gobierno de EE.UU no haya pedido oficialmente perdón al pueblo japonés por la matanza nuclear del año 1945, algo que sí ha hecho el Gobierno alemán por el holocausto de judíos. También resulta grimoso hoy en día seguir oyendo apelaciones a la “guerra justa” para justificar acciones como las que arrasaron Hiroshima y Nagasaki o la desastrosa invasión de Irak. No sé si ‘ex-ante’ (antes de iniciarla) tiene base ética hablar de «guerra justa», pero ‘ex-post’ no conozco ninguna guerra que haya resultado  justa o santa. Más aún,  creo que pretender cargar de justicia  una guerra es blasfemar contra la humanidad, algo así como rezar a un «Cristo con pistolas». Si alguien piensa que esta creencia me hace estulto, sepa que no puedo evitar sentirme orgulloso de esta necedad.

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