Ver según se mira

Bromeando sobre el trabajo de los economistas, se suele decir que, si seis de ellos se reúnen para pensar sobre un problema, florecen doce opiniones distintas. Incluso Ando Modigliani, egregio economista y laureado con el Noble de Economía 1985, llegó a contar el siguiente chiste:
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Discuten un cirujano, un ingeniero hidráulico y un economista sobre la honorable antigüedad de las respectivas profesiones:
Mi profesión data de cuando Dios formó a Eva con la costilla de Adán – dice ufano el primero.
Pero antes Dios hizo nuestro trabajo, cuando ordenó las aguas bajo el firmamento e hizo aparecer la tierra seca y los mares– le replica el segundo.
Y ¿qué había antes que eso? – les pregunta el tercero.
Caos y confusión– le contestan ambos al unísono.
¿Dónde creéis que estaba yo? – concluye, pavoneándose, el economista
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Bromas aparte, hay que reconocer que la economía, como disciplina, no deja de ser algo caótica, al albergar en su seno gérmenes de indeterminación, o si se quiere, de confusión. Para percibirlo, no es cuestión de enredarse académicamente con sofisticados modelos de expectativas racionales (esperar es mirar al futuro) descubriendo su problema de multiplicidad de equilibrios y mostrando cómo se puede escapar de este caos mediante supuestos ad hoc, o de conveniencia, que muchas veces son meras trampas intelectuales; no, no es necesario ir tan lejos, sino que basta con considerar el siguiente juego visual, con el que el mismísimo Paul Samuelson, otro Nobel de Economía, alecciona a los principiantes en su famoso libro de texto Fundamentos del Análisis Económico.

Si se invita a cien personas a opinar sobre qué ven en la figura 1, muy probablemente el 50 % dirá que es un ave, un pato, o una gaviota, y el otro 50% opinará que se trata de una cabra, un antílope, o un mamífero semejante. Las figuras 2 y 3 muestran que ambas opiniones son razonables. Dependiendo de cómo se mire, es decir, de qué punto de vista, predisposiciones o tradiciones se tenga, se verá una cosa u otra. Un pastor familiarizado con las cabras verá una cabra, mientras que un marino está predispuesto a ver una gaviota. Son dos visiones distintas de un mismo fenómeno. Esta dualidad puede tener consecuencias. Por ejemplo, si es necesario cazar al animal para alimentarse y sobrevivir, habrá también dos estrategias de caza distintas, y en consecuencia grandes disputas (incluso agriadas por el hambre) entre pastores y marinos.
Algo así pasa con frecuencia entre los economistas. Según cómo se mire a los problemas económicos, se los ve de una forma u otra y, en consecuencia, se proponen soluciones distintas, que a veces devienen en rabiosamente discordantes por ser interesadas. Sí, hay muchas miradas cargadas con diferentes preconcepciones, prejuicios, juicios de valor e incluso imperativos que crean confusión y conflicto. Pero esto que decimos de los economistas se puede aplicar también a otras profesiones.
Así, resulta irritante observar cómo disienten los abogados al interpretar las leyes, y patético constatar con qué disparidad las aplican los jueces. Tal como se imparte, la justicia parece caótica en muchos casos, o al menos espectral, es decir, un mero espectro de prejuicios. ¿Y qué decir de los médicos, de sus diagnósticos contrapuestos en tantos y tantos casos clínicos, de sus discusiones sobre la naturaleza del feto, la eficacia de las células madre embrionarias y otros problemas candentes?. Podríamos perseguir también a los biólogos, naturalistas, astrónomos e incluso matemáticos. No se puede ver sin mirar y todos miran de algún modo, cargados de supuestos y presupuestos, de concepciones y preconcepciones, de tradiciones e historia. No, de los prejuicios no se libra nadie, ni el que niega tenerlos, porque al menos tiene uno, el de su presunta neutralidad.
¿Y qué hay de todo esto en la política, entre los políticos? Aquí, no sólo no hay pensamiento único, sino que está muy mal visto que haya. En las democracias, también en las republicanas, reinan las diferencias, como no puede ser de otra manera, porque en su explotación está el lucro de los partidos políticos. Hay tantos ejemplos que se pueden comentar que no es fácil seleccionar el más picante. Por su actualidad, y potencial incidencia en el País Vasco donde vivo, elegiré el Plan Ibarretxe II, como coloquialmente se llama a la nueva propuesta del lehendakari para solucionar el conflicto vasco.
Imaginemos que la figura 1 representa este plan. Unos, desde sus creencias y mandatos, lo ven como un instrumento pacificador (una pacífica ave que nos puede hacer volar hacia la paz). Otros, sin embargo, desde sus convicciones e imperativos, lo ven como un plan hostil, una ruta para “echarse al monte” (una cabra con impíos cuernos, sólo hábil para embestir y encabronarnos). Los primeros lo ven legalmente viable y dan por supuesto que se llevará a cabo, mientras que los segundos lo ven fuera de la legalidad y de las competencias propias del Gobierno Vasco, y por lo mismo lo consideran ilusorio.
Este embrollo tan latoso me hace recordar otro chiste sobre economistas que leí hace tiempo en una nota a pie de página de otro manual de economía (no recuerdo cuál):
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En un islote del pacífico, sin más compañía que una palmera sin cocos y una hermética lata de conservas, hay tres náufragos hambrientos: un físico, un químico y un economista. El hambre les lleva a buscar soluciones:
Podríamos utilizar mis gafas de “culo de vaso” para potenciar el efecto de los rayos solares sobre la cubierta de la lata con el fin de perforarla– sugiere el físico.
Podríamos utilizar una mezcla corrosiva compuesta de resina de palmera, agua de mar, y orina para abrir una grieta en la superficie de la lata – propone el químico.
Supongamos que tenemos un abrelatas – tercia el economista.

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Como es sabido, el lehendakari Juan José Ibarrtxe es economista, licenciado en ciencias empresariales. ¿Es su nuevo plan el abrelatas de la paz que se necesita?. Él así lo supone. Más aún, supone que este abrelatas está a su alcance. ¿Es ingenuo o sagaz?. Depende, una vez más, de cómo se mire.

Categories: Reflexión

Comments

  1. Jose Luis
    Jose Luis 28 noviembre, 2007, 10:08

    El viejo refrán «más vale una imagen que mil palabras» es muy oportuno para ilustrar lo que ve el que mira. Mirando la imagen que nos muestras (figuras 2 y 3) podemos ver que unos y otros bichos parecen darse la espalda. ¿Qué triste, verdad? Pero, ¿no será que al mirón le interesa ver que los bichos se dan la espalda? Si se intenta, ¿es posible mirar la imagen para ver que los bichos se miran de frente? o ¿que hay aves y antilopes conviviendo en la misma figura? Estas dos posibilidades no les interesa a algunos.

    Saludos maestro.

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  2. José María
    José María 29 noviembre, 2007, 08:13

    En efecto, José Luís, aves y cabras (o lo que sean) se dan la espalda, tal como aparecen ordenadas, de izquierda a derecha, las figuras 2 y 3. Si el orden fuese figura 3 (a la izquierda) y figura 2 (a la derecha), estarían de cara, unas ante otras, o bien para encontrarse y cruzarse (final feliz que se espera de los diálogos lúcidos y generosos) o bien para enfrentarse belicosamente (triste final de los monólogos fanáticos y mezquinos).

    He de reconocer, sin embargo, que cuando escribí estas notas sobre “Ver según se mira”, no presté demasiada atención al orden en que colocaba las figuras. Sólo pretendía llamar la atención sobre el caos o confusión al que a veces nos aboca nuestras mentes cerradas.

    Gracias por tu comentario.

    JM

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