Sobre Política (I) : Susurros contra Tamborradas

Como ya suenan los tambores de las elecciones municipales, y pronto atronarán las tamborradas que organizan los partidos políticos en sus cacerías de votos, quizás debamos refugiarnos en el auditorio de nuestras conciencias para escuchar sus susurros y de este modo prevenir las falacias que probablemente se pregonen con estruendo. Les digo lo que me susurra la mía, lo que me recuerda, advierte y aconseja.

Mi conciencia me recuerda que la política es el arte de hacer posible la convivencia, es decir, de hacer sociedad (ciudad, según su etimología; de ahí que ciudadano sea un miembro de la sociedad) y de rehacerla continuamente ajustándola a los tiempos y las circunstancias; y que por eso pocas actividades son tan necesarias y meritorias como ésta. Que el ideal de la política podría plasmarse en el concepto de ‘matria’, una sociedad cuya ley fundamental fuese tan simple, vivificante e integradora como “vivir y dejar vivir”, donde el término ‘dejar’ no significa abandonar a los demás a su suerte sino posibilitarles, e incluso facilitarles, la vida. Que, sin embargo, en un mundo donde no prevalece precisamente la simpatía cristiana (amar al prójimo como a uno mismo) ni tan siquiera la empatía propuesta por Kant (no hacer a los demás lo que no quieres que te hagan a ti), sino más bien el egoísmo feroz advertido por Plauto y después por Hobbes (“homo homini lupus est”), la política se torna inevitablemente sombría, abocada a construir patrias, sociedades intimidantes y separadoras donde rugen el poder, la imposición, la fuerza …, y que a veces instan incluso a «morir y matar» por ellas. Que el lado oscuro de la política real y corriente es ‘el poder’ (‘kratos’, en griego), o mejor dicho, su forma de conquistarlo y de ejercerlo. Y que, aunque esa oscuridad se aminora en los sistemas democráticos con la clásica división de poderes y el control de las urnas, sin embargo, no llega a desaparecer por culpa de la frondosa burocracia, la corrupción y cierta ética, legal pero miserable, de los propios partidos políticos que con frecuencia están interesados en mantenerla. Que en las democracias representativas, como la nuestra, no se nos permite participar en el ‘kratos’, sino sólo cederlo, confiarlo a otros, mediante las elecciones.

Mi conciencia me advierte que cuando los partidos políticos nos piden el voto con seductoras promesas, en realidad o ante todo, buscan y desean el ‘poder’, aunque digan que sólo lo quieren como un instrumento necesario para cumplirlas; y que hay demasiados casos de partidos políticos con programas básicamente iguales (tras despojarles de maquillajes) que pugnan por los votos como perros por la carnada, evidenciando así que persiguen más el propio interés (tener ellos, y no otros, el mando y control) que el logro de los objetivos más o menos comunes. Que, como votar es confiar, nos debemos guiar, sobre todo, por la ética de los candidatos, porque más sinceras que sus promesas son sus obras, sus comportamientos en la búsqueda y en el ejercicio del ‘poder’.

Mi conciencia me aconseja que no me fíe de los partidos políticos que destilan fanatismo, porque los fanáticos, en su obcecación, suelen confundir a un rival legítimo con un enemigo obsceno. Que no dé crédito a los partidos que, en sus listas electorales cerradas, premian con los primeros puestos a sus “chusqueros”, esos longevos políticos que presumen de experiencia y profesionalidad pero que han vivido siempre del y para el partido, porque suelen ser más fieles a éste que a la sociedad. Que recele de las mayorías absolutas y de los gobiernos perpetuos, sobre todo cuando urge la lucha contra la corrupción, porque el ‘poder’ corrompe tanto más cuanto más concentrado esté y menor sea su alternancia. Que, por el contrario, simpatice con las formaciones políticas que se preocupan más de sí que de las demás, entonando más veces el ‘mea culpa’ que el ‘sua culpa’. Que me incline por aquellas que abran las puertas de sus asambleas a la opinión pública, alienten la participación de sus miembros, eviten las purgas, y renueven la ocupación de sus cargos públicos. Que aplauda a quienes saben ganar cuando ganan, saben perder cuando pierden y saben pactar cuando es conveniente.

Finalmente, les confieso que suelo tener relaciones tormentosas con mi conciencia, pues antes de las elecciones siempre me susurra que debo acudir a soplar, a dar aire o vuelo a algún partido o formación política, pero después de soplar, transcurrido cierto tiempo, siempre me regaña con frecuentes soplamocos. Que ustedes tengan más suerte con la suya.

Categories: Reflexión

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